El otro día me encontraba ante el espejo a primera hora de la mañana afeitándome y por la cabeza se me había pasado, lo mucho que a otros se les hubiera también pasado con anterioridad. ¿Quién inventó la maquinilla de afeitar? ¿Cuánto hace que la estamos usando?. De este modo, recurriendo a tito Google he podido descubrir muchas cosas curiosas.
King Camp Gillette, fue un empresario estadounidense y
éste patentó una navaja de afeitar cambiable. La clave de la misma es una hoja de acero muy fina y precio asequible. El nuevo útil que pretende facilitar la tarea del afeitado, nace entre dudas de su aceptación por parte del público. Con el tiempo el apellido del creador sería sinónimo de esta actividad.
Gillette nació en Wisconsin en 1855. Muy pronto su familia se trasladó á Chicago, donde lo perdieron todo en el gran incendio de 1871. El joven Gillette intentó ganarse la vida como viajante y también se le ocurrieron varios inventos menores. Empezó a vender una nueva idea, tapones de botella revestidos de corcho y un día encontró a su inventor, William Painter. En su conversación, Painter sugirió a Gillette que inventara algo que se usara, se tirara y se volviera a comprar; algo perfecto para un vendedor.
La idea de una navaja que utilizara una cuchilla de un solo uso se le ocurrió de repente una mañana mientras se afeitaba. Afeitarse uno mismo era un asunto peligroso, con un riesgo inminente de cortarse, las cuchillas debían afilarse continuamente o sino debía visitarse un barbero.
Gillette salió y compró piezas de latón, cinta de acero que se utilizaba para la cuerda de los relojes, un pequeño torno de mano y una lima. Construyó una maquinilla primitiva inicial y trabajó en la idea durante seis años. Necesitaba fabricar una cuchilla barata a base de acero planchado y que fuera dura y templada para poder darle una hoja afilada. No sabía nada de acero (y en verdad tenía pocos conocimientos de ingeniería) y tenía confianza en poder desarrollar el producto aunque los expertos le dijeron que era imposible.
Se las arregló para encontrar apoyo financiero. Sus socios incluían un inventor, William Nickerson, quien sugirió hacer el mango lo bastante pesado para facilitar el ajuste entre el filo de la cuchilla y la guarda de protección. En 1902 y después de experimentos sin fin, se consiguió determinar el tamaño, la forma y el grosor ideales, un proceso para fabricar el acero adecuado, un mango en forma de T que se pudiera girar para usar los dos lados de la cuchilla y equipos para afilar el acero. La firma estaba endeudada, pero pronto despegaron las ventas. Si en 1903 se vendieron 168 cuchillas, en 1904 se vendieron más de doce millones. La cara de Gillette aparecía en el envoltorio de todas ellas.
Gillette pronto se hizo millonario y se retiró de la dirección activa en 1913, aunque siguió siendo presidente hasta 1931. Se trasladó a California para cultivar frutales y dedicar más tiempo a su otra pasión, el establecimiento de un nuevo sistema económico. Desde 1894, Gillette escribía sobre la abolición de la competencia y sobre confiar la dirección del mundo a los ingenieros. Se construirían enormes comedores comunales para eliminar el gasto de que cada hogar deba hacerse su propia comida y las cataratas del Niágara producirían energía para toda la industria. En 1910, ofreció un millón de dólares al expresidente Theodore Roosevelt para que encabezara su World Corporation en el entonces Territorio de Arizona. King Camp Gillette murió en Los Ángeles en 1932.
¿Desde cuándo nos afeitamos?
En el antiguo Egipto, cuando el bronce sustituyó al cobre, se pudo fabricar herramientas de corte de mayor calidad y fue por aquel entonces cuando rápidamente se extendió la costumbre de cortar el pelo, lo más corto posible, tanto hombres como mujeres, especialmente los de la alta sociedad, siendo, por lo tanto habitual el uso de pelucas.
Algunos hombres lucían un bigote o barba bien recortada, pero por lo general, se afeitaban. Pues se consideraba que llevar barba era un signo de negligencia y de falta de higiene.
Alejandro Magno, fue quien introdujo en nuestra cultura grecorromana el hábito del afeitado. Pero no lo hizo por razones de higiene o estética, sino por razones bélicas. Alejandro Magno (356-323 a.C.) ordenó a sus soldados que se cortaran la barba. Ya que en el combate cuerpo a cuerpo, por la barba, un soldado podía ser capturado por el enemigo. (Un siglo antes, el historiador Heródoto describía la repulsión que los barbilampiños egipcios sentían hacia los barbudos griegos).
Desde aquí en adelante, la barba aparece y desaparece en la historia siguiendo los impulsos de la moda o la costumbre.
La navaja de afeitar y la brocha son los instrumentos más antiguos para el afeitado, ya utilizados por los egipcios. Sin embargo, cuentan los historiadores, que los legionarios romanos se afeitaban frotándose la cara con un trozo de piedra pómez.